La vida esta llena de primeras veces: la primera sonrisa, la
primera palabra, el primer paso, el primer diente,
el primer corte de pelo, el primer día de guardería, de colegio, los primeros amigos, la caída del primer diente, la Primera Comunión, el primer amor, el primer beso, el primer desamor, la primera noche de fiesta, la primera perdida humana, la primera relación seria, la primera vez que escribiste algo, el primer trabajo, la primera casa, …….y, te das cuenta, de que todo pasa por una razón, de que las primeras veces crean vida, te crean a ti, los sueños, las ilusiones, siempre hay una primera vez para todo, siempre.
el primer corte de pelo, el primer día de guardería, de colegio, los primeros amigos, la caída del primer diente, la Primera Comunión, el primer amor, el primer beso, el primer desamor, la primera noche de fiesta, la primera perdida humana, la primera relación seria, la primera vez que escribiste algo, el primer trabajo, la primera casa, …….y, te das cuenta, de que todo pasa por una razón, de que las primeras veces crean vida, te crean a ti, los sueños, las ilusiones, siempre hay una primera vez para todo, siempre.
ARTÍCULO
DE OPINIÓN
“Siempre hay una primera vez…
Siempre hay una primera vez para todo y
suelen ser experiencias que guardamos en nuestra retina y se quedan grabadas en
nuestro álbum de la vida.
La primera vez que vas al cole y
sientes el miedo de las nuevas sensaciones, la alegría de comenzar por primera
vez en la vida un proyecto en solitario…sin saberlo nos enfrentamos a tantas
sensaciones que en ese momento por la edad no sabemos descifrar pero que se
siguen repitiendo a lo largo de nuestra existencia. El cosquilleo que sientes
cuando tus padres se alejan y te dejan solo ante tu nuevo entorno, nuevas
figuras que son desconocidas y se harán parte de ti y tu familia por muchos
años. Al igual que esta, tantas primeras veces se acumulan en nuestros
recuerdos, porque por mucho que pase el tiempo nos enfrentamos con los mismos
nervios a la primera vez, tengas la edad que tengas.
La primera vez que llegas a la
universidad, donde sientes que no eres una persona importante, te ahoga la
sensación de ser uno más en las inmensas colas de los mostradores, y piensas
que no serás capaz de acostumbrarte al ritmo que te exigen. El miedo al
hablar ante tus nuevos compañeros y la correspondiente reflexión sobre si
finalmente habrás sabido elegir tu camino correctamente.
La primera vez que alguien te deja… y
sientes la ruptura como si fuera lo más cruel e intenso que puede sucederte,
piensas una y otra vez cual ha sido tu fallo para perder a un ser tan
especial. Ese dolor tan agudo la primera vez que alguien te rompe el corazón no
es fácil de olvidar y con el transcurso de la vida, llegas a recordar con cierta
nostalgia aquel sentimiento tan tierno…porque parece que la primera vez
para todo, llega como una fuente cargada de sentimientos encontrados, de mucha
pasión por experimentar sensaciones nuevas y es lo que la experiencia va
matando.
Sea en el terreno que sea, el ser
humano nace para llenarse de vivencias, para actuar y en primera persona ser
capaz de sentir, todo lo bueno y lo malo que nos depara a cada uno nuestro
destino. Por encima de todo necesitamos vivir y experimentar ya que es lo
que cada uno se lleva en su maleta”
Animarse a volar. Jorge Bucay.
...Y cuando se hizo grande, su padre le
dijo:
-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
Lo tomó de la mano y caminando lo llevó
al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente dijeron:
-¿Estás loco?
-¿Para qué?
-Tu padre está delirando...
-¿Qué vas a buscar volando?
-¿Por qué no te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo:
-¿Será cierto?
-¿No será peligroso?
-¿Por qué no empiezas despacio?
-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus alas.
Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra.
.. Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.
Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente dijeron:
-¿Estás loco?
-¿Para qué?
-Tu padre está delirando...
-¿Qué vas a buscar volando?
-¿Por qué no te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo:
-¿Será cierto?
-¿No será peligroso?
-¿Por qué no empiezas despacio?
-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus alas.
Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra.
.. Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.
Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.
●SUEÑOS DE SEMILLA
En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si
fuera una semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también
pletórica de potencialidades.
...Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi
propia vida en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será
después. Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra
fértil, absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el
follaje, llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que
dar.
Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como
son los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar,
echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en
árboles.
Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez,
que oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros
sueños semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda
clase, en cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en
los dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos
enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de
lucidez cegadora.
Y así crecemos, nos desarrollamos,
evolucionamos... Y un día, mientras transitamos este eterno presente que
llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y
desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en
un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque cada semilla sabe... cómo llegar a ser
árbol...
EL CANGURITO
Cierto día mamá canguro dio a luz a un cangurito. Un día, el cangurito
sacó la cabeza por el agujero de la bolsa y dijo:
-¡Oh, qué grande es el mundo,
madre! ¿Puedo ir a ver cómo es?
La madre canguro le contestó
mientras le acariciaba dulcemente su pelo suave:
-Ya te lo enseñaré yo; no es necesario que salgas de la bolsa, podrías
hacerte daño o encontrar malas compañías y exponerte a peligros innecesarios.
Añadió la madre canguro:
- Yo soy una madre responsable y decente.
El cangurito suspiró, se quedó callado y quietecito dentro de la bolsa.
Pero el cangurito crecía, se hacía mayor, y cuando ya casi no cabía dentro de
la bolsa la madre le ordenó:
-¡Te prohíbo que crezcas!. Y el cangurito, que era obediente, dejó de
crecer en ese mismo instante.
El cangurito, desde la bolsa veía cosas y hacía preguntas a su madre. Era
un chico inteligente y todo lo encontraba interesante. Pero la madre canguro
estaba muy molesta porque no encontraba respuesta a muchas de las preguntas que
su hijo le hacía. Y un día acabó por decirle:
- ¡Te prohíbo que hagas más preguntas!
El cangurito no preguntó nunca
nada más.
Un día las cosas estuvieron a punto de arreglarse. El cangurito, desde su
punto de observación, vio una cangurita preciosa. Y dijo el cangurito a su
madre:
- ¡Madre, quiero casarme con aquella cangurita!
Y la madre le respondió:
- ¡Ay hijo! ¿Quieres abandonarme para irte con una cualquiera? ¡Te
prohíbo que te cases!
Y el cangurito no se casó.
Cuando la madre canguro se murió, vinieron a sacar al cangurito de la
bolsa de la difunta. Era un animal extraño.
Su cuerpo era pequeño, Pero tenía cara de viejo. Cuando lo dejaron en el
suelo, su cuerpo se empapó de un sudor frío. Entonces dijo el cangurito:
-Tengo miedo. Por favor, ¿Pueden
ponerme en el hueco de aquel árbol?
Y el cangurito pasó el resto de
sus días mirando el mundo desde el árbol. De tiempo en tiempo comentaba:
- ¡Verdaderamente es grande el mundo!
QUIERO
Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mi, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mi
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mi.
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mi.
Quiero que me protejas, sin mentiras.
Quiero que te acerques, sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,
que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas, que hoy,
hoy puedes contar conmigo.
Sin condiciones.
REFLEXIÓN
GRUPAL
-¿Qué ideas nos han
trasmitido los textos?
-¿Cómo podemos ayudar
a nuestr@s hij@s a afrontar los cambios de manera natural y adaptativa?
-¿Cuál es nuestra
actitud ante los cambios de nuestr@s hij@s?
-¿Cómo nos enfrentamos
a los cambios? ¿Cómo podemos ayudarl@s a experimentar sus “primeras veces”?
-¿Qué cambios nos
cuesta gestionar?
-¿Nos da miedo el
cambio?
-¿Qué diferentes
actitudes adoptamos frente a los cambios de la vida, de qué depende?
-¿Qué habilidades
pueden ayudarl@s a afrontar “las primeras veces”?
Maite Martínez de Albéniz
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